Un estudio del Instituto de Neurociencias revela que el daño cerebral inducido por el alcohol no cesa inmediatamente al dejar de beber
5 de abril de 2019Fuente: Servicio de Comunicación UMH - Universidad Miguel Hernández Un trabajo conjunto del Instituto de Neurociencias, centro mixto de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y del Instituto Central de Salud Mental de la Universidad de Heidelberg (Alemania), ha detectado, mediante resonancia magnética, cómo los daños en el cerebro siguen progresando cuando cesa el consumo de alcohol, durante las primeras semanas de abstinencia. Según Santiago Canals, investigador del Instituto de Neurociencias UMH-CSIC y coordinador del estudio, la progresión del daño cerebral en ausencia del alcohol era desconocida hasta el momento. La investigación, publicada en JAMA Psychiatry, muestra que seis semanas después de haber dejado de beber siguen produciéndose cambios en la materia blanca del cerebro de personas adictas al alcohol. El estudio de neuroimagen se ha realizado a pacientes voluntarios, internados en un hospital de Alemania para su tratamiento de rehabilitación. Según los últimos datos aportados por la Organización Mundial de la Salud, el consumo excesivo de alcohol está en el origen de más de 200 enfermedades y provoca cada año 3,3 millones de muertes en el mundo. De ahí que la detección temprana de los efectos negativos relacionados con el alcohol sea un objetivo prioritario. Aunque los efectos perjudiciales del alcohol en el cerebro son ampliamente conocidos, los cambios estructurales observados son muy heterogéneos. Además, se desconocen los indicadores de diagnóstico que identifiquen el daño cerebral inducido por el alcohol, especialmente en los inicios de la abstinencia, un periodo crítico por la alta tasa de recaída que presenta. En este estudio participaron 91 pacientes con una edad media de 46 años, hospitalizados en Alemania a causa de un trastorno por consumo de alcohol, cuya progresión se observó a lo largo de varias semanas. De esta manera, se ha logrado un seguimiento fiel de la fase de abstinencia, “un periodo crítico porque las recaídas llevan a cronificar el consumo de alcohol”, resalta Canals. Para comparar las resonancias magnéticas cerebrales de los pacientes se utilizó un grupo control sin problemas de alcohol compuesto por 36 varones con una edad media de 41 años. Otra característica diferencial de este estudio es que se ha llevado a cabo paralelamente en un modelo con ratas Marchigian Sardinian con preferencia por el alcohol. Con los animales, se ha monitorizado la transición de un cerebro normal al estado de dependencia. Según explica Silvia De Santis, primera autora de la publicación y miembro del laboratorio de Santiago Canals, este proceso no se podría estudiar en humanos porque en los estudios participan por una parte voluntarios sanos y, por otra, personas con trastorno por abuso de alcohol. Los daños observados durante el periodo de abstinencia afectan preferentemente al hemisferio derecho y al área frontal del cerebro y rebaten la idea convencional de que las alteraciones microestructurales comienzan a revertirse a valores normales inmediatamente después de abandonar el consumo de alcohol. Con el consumo de alcohol “se produce un cambio generalizado en la sustancia blanca, el conjunto de fibras que comunican distintas partes del cerebro. Las alteraciones son más intensas en el cuerpo calloso y la fimbria. El cuerpo calloso está relacionado con la comunicación entre ambos hemisferios. La fimbria contiene las fibras nerviosas que comunican el hipocampo, estructura fundamental para la formación de memorias, el núcleo accumbens y la corteza prefrontal”, detalla Canals. El núcleo accumbens forma parte del sistema de recompensa del cerebro y la corteza prefrontal es fundamental en la toma de decisiones. Los investigadores intentan ahora caracterizar los procesos inflamatorios y degenerativos de forma independiente y más precisa, con el fin de determinar cómo progresa el cerebro durante la fase de abstinencia temprana